Por la fuerte intervención del Banco Central, menos de la mitad de la deuda que vence en el próximo año está en manos privadas, lo que facilita las renovaciones pero a un costo muy alto para la economía
Desde que a fines de mayo se inició la salida de inversores de los títulos de deuda en pesos y, particularmente, a partir del 8 de junio cuando se desató la corrida contra esos bonos, la economía argentina sumó una nueva distorsión que, como muchas de las que ya rigen, pueden aportar un beneficio de corto plazo. A fuerza de una intervención inédita del Banco Central, que requirió de una megaemisión de $1,3 billones para sostener los precios de los títulos en pesos, el Estado se convirtió en el principal acreedor de sí mismo en este tipo de deuda.
Más de la mitad de la deuda en pesos que vence hasta fin de año está ahora en manos de organismos oficiales, según la última información pública de la Secretaría de Finanzas, en la que se señala que el 49% de los bonos en pesos está en las carteras de acreedores privados mientras que el 51% restante en poder de entes oficiales.
Sin embargo, cálculos actualizados de consultoras privadas indican que apenas 35% del total de los bonos en pesos en cualquiera de sus variantes ~a tasa fija, variable, ajustados por CER y dollar linked– con vencimiento a diciembre de 2022 están en manos privadas mientras que el resto de distribuye entre distintas reparticiones estatales, entre las cuales el Banco Central adquirió un rol protagónico, amén de una tenencia millonaria de bonos del Tesoro que deterioran su balance.
Así, del total de vencimientos por 3,7 billones hasta diciembre, unos $ 2,4 billones están en poder del organismos oficiales mientras que apenas poco más de $ 1,3 billones está en manos privadas. Aunque se trate de una anomalía que deja en evidencia la falta de crédito genuino para el Estado, está composición implica una mejora del perfil de vencimientos. Esto porque reduce drásticamente el riesgo en las renovaciones ya que se descuenta la participación de los entes públicos en las licitaciones destinadas a refinanciar la deuda. En el caso específico del Banco Central, en tanto, es necesario instrumentar operaciones de canje ya que la autoridad monetaria no puede participar de las colocaciones primarias de títulos pero sí de operaciones que impliquen volcar los bonos adquiridos en el mercado secundario.
“Hasta fines de mayo, cuando los inversores empezaron a deshacerse de los títulos en pesos, la relación entre privados y públicos de la tenencia de la deuda en pesos era 60%-40%, en favor de los privados. Ahora, desde la fuerte intervención del Banco Central en las últimas semanas, esa relación se invirtió”, explicó Federico Furiase, de la consultora Anker, quien detalló que esa relación es promedio de los próximos doce meses. En el corto plazo, la diferencia se acentúa: por caso, el súper vencimiento superior al $1 billón de septiembre próximo, dejó de ser un problema para el equipo de Finanzas de la ministra de Economía, Silvina Batakis, ya que apenas 20% del total está en cartera de inversores privados, mayormente regulados como los bancos.
“Esto implica una mejora del perfil de vencimientos. En ese sentido, el Banco Central actuó bien, reconstruyó la curva de la deuda en pesos aunque a un costo muy alto que ahora se deberá resolver”, agregó Furiase. En este sentido, la alta emisión que luego es esterilizada vía Leliqs, con la contrapartida de acumulación títulos del Tesoro en vez de reservas implica un enorme deterioro del balance del BCRA y es un elemento central que presiona en sentido de la necesidad de reducir el déficit fiscal y encarar una corrección del tipo de cambio en el marco de un plan.
“Al final del día, para que eso funcione tiene que haber un plan consistente en el que puedas incentivar el ingreso de dólares. Para eso, a esta altura, se necesita una mejora del tipo de cambio y una tasa de interés que esté por encima de la tasa de devaluación. Hoy, tenés el crawling peg (devaluación escalonada del dólar) en 5,5% mensual, arriba de la tasa de interés, que a su vez está abajo de la inflación”, dijo el economista de Anker.