Jorge Macri seguramente hubiera deseado otro primer año de mandato y, con eso, no necesitar del reingreso de su primo Mauricio como primera figura “salvadora” para seguir manteniendo la conducción política de la Ciudad Autónoma. Al igual de lo que sucede con Cristina Fernández de Kirchner del otro lado, ninguna otra persona es tan convocante y significante como el expresidente en el espacio que creó hace casi dos décadas.
El alcalde porteño es más audaz que su pariente presidencial en formas y conductas. En lo político no tiene miedo y sus decisiones tienen que ver siempre con las ganas de conducir el poder esté donde esté. Y, a pesar de consumir y consultar encuestas, nadie influye sobre él. Su pariente, en cambio, parece más frío y analista al extremo, tanto que en estas horas parece ser indecisión.
Una vieja regla que le enseñan a los cadetes de las fuerzas armadas o de seguridad es que en una emboscada nunca se puede quedar estático o salir para el medio. Siempre hay que elegir un flanco y correr hacia allí. Es mucho más probable que haya una posibilidad de supervivencia que ir directo al cañón del arma contraria, lo que mansamente ha hecho el PRO durante el último año, que jamás ha visto la estrategia real y básica de Karina Milei y Santiago Caputo. No sólo quedarse con su electorado, sino dejar al partido como mera expresión del pasado sin ninguna representación.
El jefe de Gobierno porteño, entonces, eligió salir del atolladero en que lo ubicó la nueva realidad libertaria, como pudo pero con decisión. Hasta sin tener del todo consolidado el respaldo de su primo en la idea de desdoblar la elección porteña. Pero fue esa determinación la que provocó la jugada posterior en la que Javier Milei dijo públicamente que quería un acuerdo político y electoral con el PRO. No es solo “no engañar a la gente”, sino experimentar lo que todos ven. Que más allá de la figura presidencial, no hay nadie que encarne sus modos y sus formas debajo suyo.
Los mejores expositores del modelo disruptivo pero con contenido son Ramiro Marra, en la zona del AMBA, y Victoria Villarruel en todo el país. Pero al ser un proyecto que se agota en los dos hermanos, la visión conspirativa anida en cada sendero a seguir. Igualmente, la vicepresidenta se atragantó al querer comer la cena antes que el almuerzo. Para peor, salvo Manuel Adorni, vocero y “propia tropa”, el resto de los posibles candidatos son todos de espacios prestados que han demostrado una gran capacidad camaleónica o de supervivencia.
El otro referente con poder, delegado, pero poder al fin, es Sebastián Pareja, el armador que estaba a la sombra de Carlos Kikuchi hasta el día de la elección. Salido “el chino”, el presidente de LLA bonaerense quedó con todos los focos puestos encima suyo, pero cuando se lo ilumina no parece novedoso y sí se asemeja, bastante, a un acople más de la política tradicional.
¿La Libertad Avanza deberá recurrir a Patricia Bullrich, Daniel Scioli, José Luis Espert, Diego Valenzuela o Diego Santilli para revalidar títulos? Efectivamente, ninguno es propia tropa. ¿Elegirán a los activistas virtuales como El Gordo Dan o buscarán figuras similares a Lilian Lemoine? Ninguna de estas propuestas le atrae a la mayor decisora, Karina Milei, cada vez más forzada a poner la cara y el cuerpo en la próxima elección y sabiendo que todo se deberá hacer casi como presentar un holograma, porque su voz y opinión no suelen ser la misma ante un auditorio o entrevista de cómo se ve, por el poder que representa en la intimidad.
Cualquiera de los nuevos amigos es pasible de creer que está en condiciones de emprender su propia aventura, como lo han demostrado antiguamente. La confianza y los equipos no están en el ADN libertario. Cualquiera de estos candidatos, antes de llegar, tuvieron que transitar por diferentes sectores hasta conformar algo que los hiciera sentir parte, esa habilidad que no parece tener el oficialismo actual. La diferenciación con aquel mundo libertario la expresó con claridad Jorge Macri en su discurso de ayer en el inicio de la campaña: “Todos tenemos amigos, conocidos y amistades que necesitan que estemos cerca”. Quizás se observe que las fuerzas con las que se pueden aliar carecen de esos rasgos humanos y sociedad.
De ahí que en el entorno de Caputo y “El Jefe” todo vaya inclinándose a apostar el pleno en “el color” de la boleta, que será violeta, más la distintiva aparición de un león en el costado. Hoy en el laboratorio libertario creen que pongan a Karina, Patricia o el Pato Donald siempre van a ganar.
Mauricio Macri como posible figura opositora, amigable pero no propia, puede replantear todo ese tablero, aunque queda claro que veinte años en el poder rompió nuevas figuras y perdió esa frescura que hoy, irreverente, parece atrapar solo Javier Milei.