El nombramiento del jefe del Estado Mayor del Ejército, Carlos Presti, como sucesor de Luis Petri al frente del Ministerio de Defensa, ha generado inquietud en el ámbito político, particularmente en Agustín Rossi. En declaraciones a nuestra redacción, el exjefe de Gabinete calificó la medida como un “error institucional de enorme magnitud” y advirtió sobre el potencial riesgo de empoderamiento y politización de las Fuerzas Armadas.
“Designar a un militar como Ministro de Defensa constituye un gravísimo error y un retroceso para la democracia argentina. La objeción no es de índole personal o antimilitarista, sino de carácter institucional. La incorporación del jefe de la fuerza más relevante del país al gabinete político implica un empoderamiento y una partidización de las Fuerzas Armadas”, aseveró Rossi.
El dirigente explicó que su preocupación trasciende el cambio de funcionario y se centra en el impacto estructural que podría generar en la dinámica militar.
“Las Fuerzas Armadas son corporaciones de gran envergadura, con una propensión natural a buscar una mayor autonomía. Al sumar la circunstancia de que el Ejército contará no solo con el jefe de la fuerza, sino también con el Ministro de Defensa, el incremento de poder relativo resulta evidente para cualquier observador”, sostuvo.
El referente peronista enfatizó la imperiosa necesidad de que el rol del ministro sea ejercido por un civil, por ser el mecanismo a través del cual las democracias modernas garantizan el control sobre la estructura militar. “Lo que la Argentina requiere no son Fuerzas Armadas comprometidas con un gobierno de turno, sino con el Estado democrático”, añadió.
Un giro simbólico que Rossi considera peligroso
Para el exministro, el riesgo no se circunscribe al plano político, sino que abarca la esfera simbólica. Lo ejemplificó de manera elocuente: “El día en que Presti preste juramento como Ministro de Defensa, en un lapso de 24 o 48 horas transitará de ser un General de la Nación a ser un ministro del presidente. Es una modificación que degrada la frontera entre la institucionalidad militar y el poder político”.
Rossi también puso en tela de juicio el contexto político en el que se adoptó la decisión, señalando que el Gobierno parece dispuesto a avanzar sin sopesar las consecuencias secundarias. “Existe una preocupante tendencia a soslayar cualquier debate. Todo se aprueba, todo se acepta. No obstante, la identidad de quien ocupe la cartera de Defensa no es indiferente. No se trata de un ministerio más”, afirmó.
Finalmente, insistió en que el nombramiento proyecta un mensaje con lecturas tanto internas como externas: dentro de las Fuerzas Armadas, como un indicio de poder creciente; en la sociedad, como un gesto que confunde los roles institucionales. “Estamos ante una decisión susceptible de marcar un punto de inflexión. No es un hecho que pueda naturalizarse”, concluyó.




















