El dirigente que relata la historia que servirá de base para la nota que usted se dispone a leer ha tenido miles de batallas al hombro a pesar de su relativa corta edad. Transitó la cercanía del Instituto Patria y de la Gobernación con la misma intensidad y vivió, como pocos, el proceso de lo que considera “una inexorable ruptura. En septiembre habrá dos listas peronistas, sin PASO, una representando a Axel y la otra a Cristina”, dice y acepta, por primera vez, que la unidad es un anhelo casi inalcanzable.
Los mundos en los que crecieron los protagonistas de esta nueva historia peronista difieren sustancialmente entre sí. Máximo Kirchner es el hijo de dos presidentes que siempre estuvo vinculado con la política territorial. Como jefe, casi sin derecho a crítica, pero en contacto con sus conducidos. Sergio Massa es un autodidacta que siempre eligió el camino de los medios para instalarse y dar las discusiones que, ganadas desde otro lugar, ordenaba a la política. Y Axel Kicillof siempre fue el “prolijito”, con discurso progre que Cristina Fernández de Kirchner empoderó hasta casi transformarlo en su heredero político.
Los dos primeros conducen a sus respectivas “troupes” políticas. El gobernador, ratificado electoralmente, es el vehículo de los que tuvieron que acordar con Kirchner y Massa en alguna oportunidad pero que siempre pretendían ser líderes de un nuevo proceso. Ellos usan hoy el vehículo que tiene Kicillof para proseguir esa pelea política pero él no los conduce.
Ninguno de los cuarenta y pico de intendentes que hoy componen el Movimiento Derecho al Futuro lo tenía como candidato en 2019 para ganarle a María Eugenia Vidal la elección provincial. Ellos preferían a Martín Insaurralde o Verónica Maggario, finalmente, compañera de fórmula del entonces candidato a gobernador por la unidad del Frente de Todos.
Por eso es difícil, como siempre, encontrar al culpable o inocente de la ruptura. A diferencia de otras oportunidades, todos los participantes de la fracasada y larguísima reunión del domingo pasado entre los máximos exponentes de Unión por la Patria, salvo los kicillofistas, aseguraron que “Máximo pareció un monje mahometano. Escuchó sin chistar la hora y pico de introducción que se tomó Axel, como es su costumbre. Y luego se quedó bastante en el molde cuando escuchaba contestaciones casi ofensivas, no porque lo insultaran, sino por el desconocimiento político de las cosas”, confirmó uno de los concurrentes.
“Cristina siempre esperó un llamado de Axel que no llegó”, aceptó un referente de La Campora que había escuchado a su jefe decir que “si ella me dice que debía decir algo, obvio que lo iba a aceptar”. Sin embargo, el gobernador, tal cual confiaron también en su entorno, eligió otro camino para preguntar si había alguna chance de acordar sus deseos con los de la ex presidenta. Verónica Maggario habló con Teresa García y, ambas, o la segunda por su lado, llevaron el mensaje. Eso hizo estallar la paciencia que tenía Cristina Fernández de Kirchner.
Por su lado, Massa, que nunca descansa, hacía lo imposible para que esa reunión se concrete. Buscaba los puntos en los que podían coincidir, los volcaba a la mesa de negociación, pero tampoco nada alcanzó. Todos fracasaron.
¿Qué fue lo que se rompió? La confianza. Esa fortaleza indeleble que, de pronto, por cuestiones ajenas hasta para la propia voluntad de los protagonistas, empieza a quebrarse y nunca más se puede reparar. Tampoco ayuda la poca ductilidad de los operadores más importantes dispuestos por el presidente el PJ bonaerense y el gobernador. Ni Facundo Tignanelli, por un lado, ni Carlos “Carli” Bianco, por el otro, suelen preferir perder para luego ganar, ceder para acordar.
Es probable que las próximas horas aparezcan declaraciones extemporáneas y altisonantes como también fuera de lugar y poco edificantes. Desde las exageradas manifestaciones de Andrés “El Cuervo” Larroque, exjefe camporista bonaerense, que vaticinó que Máximo Kirchner pretende desestabilizar con un golpe institucional al gobernador hasta la contraparte Mayra Mendoza, diciendo que Kicillof es un desagradecido.
¿Tienen razón a pesar de la prepotencia verbal? Y, según la óptica con que se mire, puede ser. Mientras que el kirchnerismo renovador no movió un dedo para proveer al gobernador de su presupuesto ni de ningún mecanismo para incorporar más recursos para su gestión, lo cual puede suponer una desestabilización, tampoco es menos cierto que todo lo que consiguió Kicillof fue a merced de la decisión personalísima de Cristina Fernández de Kirchner.
¿Qué pudo pasar entre personas que se respetaban tanto? Nadie se lo explica. Los intermediarios, los corre ve y dile y los exégetas de cada bando siempre tienen más respuestas que responsabilidad por la nueva y necesaria crisis que atraviesa el peronismo en búsqueda de su subsistencia.