Su estrategia, marcada por una especie de caos calculado, parece diseñada para descolocar a sus oponentes y evitar ser reducido a las categorías convencionales del análisis político.
Lo simbólico y lo real
Por un lado, acciona sobre un cambio de rumbo de modo pragmático y muy real y por el otro, propone gestos y señales que configuran una escena simbólica que perturba y provoca. Comenzó por un mega DNU, con el que puede desactivar o directamente cerrar organismos del Estado, desregular sectores de la economía. Se alinea con EEUU en la política internacional. Produce un ajuste del gasto inmenso en relación con las provincias. Ordena las calles cambiando el modo de abonar los planes sociales. Esto es real.
A la vez produce un sinfín de actos simbólicos muy potentes como el paseo en tanques con la vicepresidenta el 24 de marzo, cambiar el nombre del CCK a Palacio de la Libertad o modificar el nombre del salón de las mujeres el mismo día de la mujer, como también sumar la escultura de Carlos Menem y así muchos más.
Analizar a Milei
En este contexto debemos entablar una aventura racional al mismo nivel de equiparar lo emocional, lo que despierta Milei, las sensaciones causadas y los sentimientos despertados.
Javier Milei no puede encuadrarse en el análisis de la metodología tradicional, porque su enfoque se basa en cuatro propuestas de posicionamiento difíciles de desentrañar:
La diferencia entre nuevo y lo viejo.
La constante alusión a la falla de la gestión política del pasado
El tratamiento experimental libertario con un enfoque original nunca antes instrumentado
La persistencia del valor moral de su tratamiento político / económico con base en la libertad de las personas.
Los intentos por analizar a Javier Milei bajo los esquemas clásicos de la política suelen fracasar porque su figura escapa a las categorías habituales. No es un liberal clásico ni un populista tradicional, y su discurso combina elementos contradictorios que desafían la lógica más elemental.
Cambio profundo
Milei no es solo un fenómeno político, sino un símbolo de un cambio más profundo en la forma de hacer y pensar la política. Su estrategia de caos calculado ha desbordado los análisis tradicionales, dejando a los partidos, la prensa y los analistas luchando por entenderlo.
Quizá el mayor desafío que plantea el presidente no sea solo su estilo o sus propuestas, sino la necesidad de repensar las herramientas con las que se analiza el poder en la era de la disrupción.
En definitiva, Milei es un combo que parece caos. Pero no lo es.