La división de la CGT está en su etapa de esplendor: el sector dialoguista se preocupó este miércoles por mostrarse lejos de la marcha contra el veto presidencial a la Ley de Movilidad Jubilatoria, mientras el que se preocupó por fotografiarse en la calle fue Pablo Moyano, uno de los cotitulares de la central obrera.
Una nueva muestra de una suerte de doble comando cegetista, cada una con su agenda y su estilo, pero que causa fuertes cortocircuitos internos: Mario Manrique (SMATA), dirigente del ala dura, denunció que un sector de la CGT negocia con el Gobierno a través del jefe de Gabinete, Guillermo Francos, “de espaldas a los dirigentes” y se preguntó: “¿Cuál es el objetivo de la CGT? Porque yo soy el secretario gremial y no lo sé. Las cosas se discuten entre cuatro, a puertas cerradas”.
En las últimas horas, sin embargo, hubo un punto de confluencia: los dialoguistas de la CGT intentan una mediación entre el Gobierno y los sindicatos aeronáuticos (conducidos por el kirchnerismo y el moyanismo) para tratar de solucionar un conflicto que se sigue complicando con el paso de los días, ahora por la decisión de realizar otro paro de 24 horas desde este viernes al mediodía, mientras los funcionarios tampoco muestran voluntad de sentarse a negociar y mejorar la oferta salarial.
La intervención de la fracción moderada fue acordada tras la reunión del Consejo Directivo cegetista de este martes, de la que participaron el líder de la AAA (Asociación Argentina de Aeronavegantes), Juan Pablo Brey, y el titular de la APLA (Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas), Pablo Biró, además de cuatro gobernadores del PJ (Axel Kicillof, Raúl Jalil, Ricardo Quintela y Sergio Ziliotto). Del encuentro surgió el respaldo a los sindicatos aeronáuticos, pero también, ante la preocupación de todos por la falta de diálogo entre las partes, los dialoguistas prometieron hablar con sus mejores interlocutores en el Gobierno, como Guillermo Francos, para intentar un acercamiento entre los dos sectores.
La mediación no sería sencilla: los primeros sondeos en la Casa Rosada para pacificar el conflicto fueron negativos, ahora con el argumento de que no se puede negociar si hay un nuevo paro declarado de los aeronáuticos que causará trastornos a miles de pasajeros y a la propia Aerolíneas.
Sin embargo, los dialoguistas no pierden su esperanza de que se concrete una reunión pública con Francos o la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, para reanudar el diálogo institucional entre la CGT y el Gobierno, pero observan con preocupación algunas señales de endurecimiento de los libertarios.
En ese sentido, apuntan no sólo a la postura intransigente en materia salarial en Aerolíneas, que también incluye la reglamentación del derecho de huelga en la actividad aeronáutica, civil y aerocomercial, tanto pública como privada, surgida del DNU 70 que la declara servicio esencial (y que estará a cargo de un duro como Federico Sturzenegger, ministro de Desregulación).
Los sindicalistas moderados de la CGT también se alarmaron por la resolución de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, que crea un protocolo de actuación contra los bloqueos sindicales, cuya firmeza desentona con los intentos del ala dialoguista del Gobierno para que la CGT acepte la reglamentación del artículo “anti-bloqueos”, que penaliza ese tipo de protestas al considerarlas una injuria laboral grave y deja expuestos a sus responsables a ser despedidos con causa.
Este miércoles, el escenario sindical mostró sin disimulo la división de la CGT. Por un lado, los dialoguistas Héctor Daer (Sanidad) y Andrés Rodríguez (UPCN) participaron en la sede de Azopardo 802 del acto encabezado por Sergio Romero (UDA) para conmemorar el Día del Maestro, en un salón Felipe Vallese repleto de docentes. Es cierto que hubo duras críticas a la administración de Javier Milei: Daer reclamó al gobierno nacional que cumpla con su “obligación de sostener y financiar la educación pública”, mientras que Rodríguez destacó enfáticamente “las funciones indelegables del Estado” y Romero cuestionó “la poca sensibilidad del Gobierno, que ajusta donde no tiene que ajustar”, en alusión al nuevo salario mínimo para los docentes, que fue fijado en $420 mil.
A sólo 30 cuadras de allí, Pablo Moyano posaba ante la columna del Sindicato de Camioneros y una pancarta del Frente Sindical para el Modelo Nacional, que integran moyanistas y kirchneristas, cuidándose de no apropiarse de la sigla CGT para adherir a una movilización al Congreso que provocó nuevas tensiones internas: los dialoguistas promovieron la libertad de acción para marchar y aclararon, a través de Andrés Rodríguez, que “hay una decisión táctica (de la CGT) de no participar”.
El dirigente de Camioneros sólo fue acompañado en la calle por aliados como Cristian Jerónimo (vidrio), Pablo Flores (AFIP), Walter Merkis (FATUN) y Norberto Di Próspero (personal legislativo), pero, como sucedió en la movilización contra la Ley Bases, los manifestantes moyanistas no llegaron hasta la avenida Entre Ríos y se desconcentraron antes para no involucrarse en eventuales incidentes.
Manrique, en la misma ala dura de la CGT que Pablo Moyano, estaba en el recinto de la Cámara Baja como diputado nacional de Unión por la Patria, pero ya había hecho su contribución a dejar en evidencia la fractura cegetista: “Como no tengo ámbito de debate, en algún lado me tengo que expresar. Caminamos juntos hasta que la CGT encontró el amigo, y el amigo se llama Guillermo Francos: un interlocutor del Gobierno donde pueden negociar cosas”, dijo a Radio El Destape.
El secretario adjunto de SMATA criticó que “la mesa chica (de la CGT) es muy chica” y se quejó de cómo fue organizada la última reunión del Consejo Directivo: “Se juntan con los gobernadores, y a mí, que soy el secretario gremial, me avisan 12 horas antes de la reunión. Ni sé para qué se van a reunir”.
Pero Manrique fue particularmente duro contra Andrés Rodríguez por sus declaraciones acerca de que la CGT no iba a movilizarse ante el Congreso: “No me representa en sus palabras. El tiene el derecho de opinar por él, como yo lo hago por mí. Pero nunca me voy a arrogar la representatividad de la CGT. No puede decir las cosas que dice, con una carencia total de sentido común”.
“Dijo que era una cuestión táctica (no movilizarse). Para eso tenés que tener una estrategia, y para tener una estrategia tenés que tener un objetivo. ¿Cuál es el objetivo de la CGT? Porque yo soy el secretario gremial y no lo sé. Las cosas se discuten entre cuatro, a puertas cerradas”.
En este clima interno, Pablo Moyano viajará este fin de semana al Vaticano junto con rivales del sector dialoguista como Daer, Rodríguez, Gerardo Martínez (UOCRA), José Luis Lingeri (Obras Sanitarias) y Rodolfo Daer (Alimentación). El papa Francisco los recibirá el lunes, a las 9.30, en la residencia de Santa Marta. ¿Podrá pacificar la feroz interna de la CGT o ni siquiera intentará esa misión casi imposible?