Como esos recicladores urbanos que arrastran un carrito repleto de cartones y que casi como malabaristas mantienen a su paso un milagroso equilibrio que hace que la montaña de cosas que llevan no se caiga al piso en cualquier esquina, así avanza Sergio Massa. Marcha despacio, pero sin pausa. Y solo: a los carros llenos de “basura” siempre los arrastra gente sola. Así de tozudo, esforzado y solitario es el camino cuesta arriba de Massa que emprendió en estas elecciones presidenciales.
El pesado carrito es la herencia recibida del fracasado intento de gobierno de la coalición que el mismísimo candidato fundó junto a sus socios Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Al propio Massa, le corresponde una buena parte de la culpa del fracaso. Podríamos arriesgar que le corresponde un tercio de la responsabilidad, dado que esa es la proporción que tiene de la sociedad política que los llevó a gobernar estos últimos cuatro años.
Los tres socios pretenden licuar culpas con las consabidas excusas de la sequía, la pandemia y la guerra en Ucrania, pero todos sabemos que eso explica solo parte del fracaso. Cristina agrega, cínica, una cuarta excusa: Alberto, alguien que no hubiese existido sin su voluntad. Massa asume otra tesitura, no se hace cargo, mira para otro lado, y eso parece que basta y sobra para que muchos no le reclamen por el tercio de la responsabilidad.
Sin embargo, las excusas por el mal gobierno tienen sus límites. Por alguna razón, esos remanidos justificantes no protegen a las gestiones de Alberto y Cristina en gobierno y esos dos socios no pueden ni aparecer en alguna foto en la campaña bajo riesgo que su presencia se transforme en un boomerang que sepulte cualquier posibilidad de victoria.
Es por eso que Sergio anda solo. Así se lo vio en el cierre de la campaña en primera vuelta en un pequeño evento en una fábrica en Pilar. Solo también se lo vio en el escenario en la noche del 22 de octubre luego de su victoria en primera vuelta. Y solo estuvo en el encuentro que hizo como cierre de campaña, esta vez, con un grupo de jóvenes y estudiantes.
Massa llegó a San Vicente en su carácter de ministro de Economía para recorrer el centro de monitoreo de las cámaras de seguridad del municipio. Pero, obviamente, la visita no fue protocolar. Todo lo que toca Massa es política. Todo en él es campaña.
Cómo un hombre puede ganar solo una campaña es un gran enigma, pero no es el único. A él se suma a otro misterio muchas veces planteado y que tiene que ver con cómo el ministro de Economía responsable, estos últimos años, de una de las gestiones más ruinosas de la historia argentina pueda ser un candidato presidencial competitivo.
Como si todo esto fuese poco, queda por plantear una última intriga que se plantea para el caso que Massa llegue a ser el elegido: ¿Cómo una sola persona puede gobernar la Argentina? Para esa última pregunta hay dos opciones: convocará Massa -como él dice- a colaborar en su hipotético gobierno a políticos y profesionales idóneos, proactivos y bien intencionados de la oposición, o lo van a acompañar los de siempre, los socios de ahora que caminan escondidos, agazapados, detrás de la infinita pila de cartones del carrito que esforzadamente arrastra el candidato.