El presidente Alberto Fernández dijo que no tiene sentido emitir unidades de mayor denominación. Sin embargo, la capacidad adquisitiva del papel de mayor denominación se destruyó en sólo seis años
El presidente Alberto Fernández presentó una nueva familia de billetes que reemplazará a la serie de animales autóctonos creadas durante el gobierno de Cambiemos. El lanzamiento supondrá la incorporación de nuevas caras al cono monetario, pero no habrá cambios en las denominaciones ya que se mantendrá el billete de $1.000 como el de más alto valor.
Así, sin cambios en los valores nominales pero sí en los diseños, la pérdida del poder adquisitivo del peso argentino se vuelve más evidente. Si tomamos los billetes de $200, $500 y $1.000 como referencia para marcar cuándo fue la última vez que se sumaron nuevas denominaciones al papel moneda circulante en el país podemos ver que desde el momento en que esos valores fueron emitidos hasta hoy la inflación acumula un avance del 682%, mientras que el valor del dólar se disparó 1.274% en el mismo período.
De esa manera cabe preguntarse cuál debería ser la denominación de un nuevo billete para equiparar el valor que tenían cuando fueron lanzados, tras la última incorporación de nuevos valores.
Según datos del Banco Central, el billete de $500 fue el primero en empezar a circular entre las tres denominaciones más nuevas que tiene el cono monetario. La página de la entidad marca el 29 de junio de 2016 como fecha de su entrada en curso legal. En ese momento, el índice UVA que se utiliza para ajustar préstamos y depósitos a la marcha diaria de la inflación, valía $14,92. Hoy, varios años de inflación desatada mediante, el UVA llegó a los $120,11.
Entonces, para que el billete del yaguareté tuviera un reemplazo con la misma capacidad de compra de aquél entonces, debería emitirse papel moneda por valor de $3.912,38. O, redondeando, un billete de $4.000 sería el equivalente más cercano al de $500 lanzado en 2016.
El siguiente en salir fue el billete de $200, que homenajea a la ballena austral, y que salió a la calle el 26 de octubre de 2016, cuando el UVA valía $15,58. Para equiparar aquel valor en términos de lo que se puede comprar con un billete en el supermercado, el reemplazo de la ballena debería tener una denominación de $1.447,11. Redondeando, un billete que aspire a reemplazar a la ballena de $200 debería tener una denominación de $1.500 para equiparar su poder de compra.
Por último, el billete de mayor denominación del cono monetario argentino fue lanzado algo más tarde. Salió a circular el 30 de noviembre de 2017, día en que un UVA valía $20,85. Casi cinco años más tarde y con el UVA a $120,11 por unidad, se necesitaría emitir un billete de $5.760,67 para equiparar el poder de compra que tenía cuando fue creado. Así, un billete que aspirara a reemplazar al hornero debería valer -redondeando- unos $6.000.
Dólar
El ejercicio del valor que deberían tener los billetes nuevos para mantener su “valor constante” en términos de la inflación no es el único posible. También se puede comparar contra la obsesión argentina: la variación del dólar.
En este caso, el resultado que se obtiene es mucho más impresionante. Pero algún analista podría analizar en la variación no sólo la pérdida del valor del peso sino también los niveles de atraso cambiario que se supo alcanzar en momentos de la historia económica reciente.
Así, por ejemplo, para equiparar el valor en dólares que tenía un billete de $1.000 cuando empezó a circular en el país se necesitaría emitir un billete de $11.414,25 hoy, dado el paso del dólar libre de los $17,96 de aquél entonces a los $205 de este lunes.
En el caso del billete de $500, mientras tanto, se necesitaría un papel de $6.869,97 para equiparar hoy su valor de dólares del día en que empezó a circular. El de $200, mientras tanto, debería ser suplantado con un billete de $2.631,58 para que alcanzara el mismo valor en moneda dura.